jueves, 28 de junio de 2007

Paliacate continuo



Entonces… Digo, después de atizarnos, ¿no? Que
le digo a la chava María, ¿sabes qué chava? Lo que tú
quieres, aunque chance no lo sepas, es mandar al
carajo al Sargento y coger conmigo. Me cae que así,a lo
pelón, se lo dije. Es que ya me había fijado que la
chava tenía ojo braguetero. Siempre, cuando creía
que yo no me fijaba, me veía elqueteplatiqué; ya
ves que yo uso pantalones pegados y se me nota el largo
alcance… Primero ella se quedó helada, muy
ruborizada. Pero después dijo, muy valiente chava,
que ni qué, muy neta, dijo no pos sí. ¡Ay, maestro!
En tres patadas ya se la había dejado ir. Dejamos
toda la ropa en la sala, repitiéndose. Nos
piramos a la recámara al agasajo total… Me cae que
fue la cogida más increíble de todas, qué agasajada te
estás dando pinche Ernesto, me decía… Es que ya
estaba hasta el gorro de muchas rucas del rol. Son re
colgadas, apestan a todo, nomás quieren estar en la
hueva, en la necia…En cambio, un pastelito como
María es raro, porque todavía estaba fresquecita…
Acaba de salir de su casafresa y todo se le hace
chingón. Tonces hace todo lo que le dices, y cuando coges
es lo más chinguetas del mundo.
Entonces me decía híjole, qué cogidón. Ya llevábamos
como tres horas dándole al paliacate continuo, todos su-
dorosos, sin ver ni oír, todos hinchados y todos moja-
dos, cuando, ¡cámara, camarísima! Llegó el Sargento.
Simón. Espérate, ¿no? No interrumpas. Que oímos que
abren la puerta, y la voz del Sargento Pedraza, pobre chavo,
que gritaba, re contento:
¡María, ya reboté, conecté diez kilos de la roja sin se-
milla!
Pero después no dijo nada porque, seguramente, se es-
taba dando cuenta de la onda…Nuestras ropas
regadas en toda la sala…
Y yo, botado de risa, con el fierro enterrado hasta
dentro de la sabrosura juvenil.
Yo no salgo, dijo María, bien espantada. Yo voy, le
dije. Me cae que me sentía feliz, me daba un chorro de
risa. Entonces le saqué la verga, con todo el dolor de mi
corazón, me envolví en una sábana, me sentí romano
y toda la cosa, y entonces salí…

José Agustín. El rey se acerca a su templo. (35-36)


Imagen vía ponyXpress.

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