martes, 29 de mayo de 2007

Complejidad sexual



El Poeta y su amiga Isabel aparecen cómodamente sentados uno frente a la otra, en dos amplios sillones.

El poeta: --¡Qué cosa más rara! ¡Qué extraña percepción de una conturbadora y profunda verdad! La percibo a usted doble en este momento. La percibo como una mujer y como un hombre a la vez.

La amiga: --...

--Hace varios minutos que siento a mi lado su alma de hombre, recia y decidida; que siento el alma inteligente del camarada fiel, comprensivo y generoso, que ha sido usted para mí. Abrí los ojos y seguí viéndola como hombre. Hay en sus rasgos fisonómicos algo de la dureza, de la firmeza y de la belleza del varón. Una resuelta conformación masculina aparece en todo su cuerpo también. Esa ancha frente...

--Muchas gracias, señor don estúpido

(Rafael Arévalo Martínez, "Complejidad sexual", fragmento, 1951)

viernes, 25 de mayo de 2007

Rosa vida de plumas suaves



El cisne:

--Yo soy rosa vida de plumas suaves.

Soy entre las aves

lo que, entre las plantas, las rosas suntuosas,

lo que, entre las piedras, las piedras preciosas:

una aristocracia.

Yo soy de una especie que ha encontrado gracia.

Como el Fénix, como el Simurgo, en mi ser descansa

un antiguo símbolo de cultos solares:

yo soy Kalahansa

sobre su primer vehículo de los mares...

(Rafael Arévalo Martínez, "Honras fúnebres por el alma de Darío", fragmento).

jueves, 24 de mayo de 2007

Un río de árboles

"Un día le pregunté en dónde había estado. Me dijo que recorrió un río que une a México con Centroamérica. Que yo sepa, ese río no existe. Me dijo, sin embargo, que había recorrido ese río y que ahora podía decir que conocía todos sus meandros y afluentes. Un río de árboles o un río de arena o un río de árboles que a trechos se convertía en un río de arena. Un flujo constante de gente sin trabajo, de pobres y muertos de hambre, de droga y de dolor. Un río de nubes en el que había navegado durante doce meses y en cuyo curso encontró innumerables islas y poblaciones, aunque no todas las islas estaban pobladas, y en donde a veces creyó que se quedaría a vivir para siempre o se moriría.
De todas las islas visitadas, dos eran portentosas. La isla del pasado, dijo, en donde sólo existía el tiempo pasado y en la cual sus moradores se aburrían y eran razonablemente felices, pero en donde el peso de lo ilusorio era tal que la isla se iba hundiendo cada día un poco más en el río. Y la isla del futuro, en donde el único tiempo que existía era el futuro, y cuyos habitantes eran soñadores y agresivos, tan agresivos, dijo Ulises, que probablemente acabarían comiéndose los unos a los otros". (Roberto Bolaño. Los detectives salvajes, pp. 365-366)

Arte dePatricia Villalobos


lunes, 21 de mayo de 2007

Maricones, maricas, mariquitas...


"Dentro del inmenso océano de la poesía distinguía varias corrientes: maricones, maricas, mariquitas, locas, bujarrones, mariposas, ninfos y filenos. Las dos corrientes mayores, sin embargo, eran la de los maricones y la de los maricas. Walt Whitman, por ejemplo, era un poeta maricón. Pablo Neruda, un poeta marica. William Blake era maricón, sin asomo de duda, y Octavio Paz marica. Borges era fileno, es decir de improviso podía ser maricón y de improviso simplemente asexual. Rubén Darío era una loca, de hecho la reina y el paradigma de las locas.
(...)
--Y en Latinoamérica, ¿cuántos maricones verdaderos podemos encontrar? Vallejo y Martín Adán. Punto y aparte. ¿Macedonio Fernández, tal vez? El resto, maricas tipo Huidobro, mariposas tipo Alfonso Cortés (aunque éste tiene versos de maricona auténtica), bujarrones tipo León de Grieff, ninfos abujarronados tipo Pablo de Rokha (con ramalazos de loca que hubieran vuelto loco a a Lacan), mariquitas tipo Lezama Lima, falso lector de Góngora, y junto con Lezama todos los poetas de la Revolución Cubana (Diego, Vitier, el horrible Retamar, el penoso Guillén, la insolable Fina García) excepto Rogelio Nogueras, que es un encanto y una ninfa con espíritu de maricón juguetón. Pero sigamos. En Nicaragua dominan mariposas tipo Coronel Urtecho o maricas con voluntad de filenos, tipo Ernesto Cardenal. Maricas también son los Contemporáneas de México..." (Roberto Bolaño. Los detectives salvajes. 83, 85).

jueves, 17 de mayo de 2007

Estudio


Esta fuente no es más que el varillaje

de la sombrilla

que hizo andrajos el viento.

Estas flores no son más que un poco de agua

llena de confeti.

Estas palomas son pedazos de papel

en el que no escribí hace poco tiempo.

Esa nube es mi camisa

que se llevó el viento.

Esa ventana es un agujero

discreto o indiscreto.

¿El viento? Acaba de pasar un tren

con demasiados pasajeros...

Este cielo ya no le importa a nadie;

esa piedra es su equipaje. Lléveselo.

Nadie sabe dónde estoy

ni por qué han llegado así

las asonancias y los versos.




México, 1925


Carlos Pellicer, Hora y 20 (1927)

miércoles, 16 de mayo de 2007

Significantes


"Roland Barthes lleva décadas escribiendo y catalogando pequeñas fichas. Cada vez que lo asalta una idea, que lo sorprende un libro o una frase relevante, que lo invade una ráfaga de humor o una ocurrencia, hace una anotación con su minuciosa caligrafía en una pequeña tarjeta. Su labor de artesano--de fanático de los rompecabezas--descifra el mundo.Contra lo que pudiera creerse, su tarea no se asemeja a la del crítico o a la del académico: no le interesan las investigaciones minuciosas, los sistemas universales o las ridículas teorías del todo; más que los significados, le obsesiona la sutílisima belleza de los significantes. No es casual que se sienta tan atraído por la caligrafía japonesa: su deseo se asemeja al de esos artistas orientales que deslizan el pincel sober la seda como si imprimiesen un trozo de paisaje. Como ellos, Barthes evita las figuras humanas, meros accidentes--sombras--en la geografía: el cosmos es una acumulación de detalles, guiños e insinuaciones. A partir de los años setenta, sus palabras poco a poco se transforman en bosquejos y, poco después--un pequeño milagro--, en auténticos dibujos... Más que desaparecer, las letras que traza dejan de significar: se convierten en figuras geométricas, en manchas de colores, en devaneos casi infantiles. Inspirado en esta suerte de budismo zen pictórico, su yo se desvanece".
(Jorge Volpi, El fin de la locura, Barcelona: Seix Barral, p.267)

lunes, 14 de mayo de 2007

Encajes


“Las señoras elaboraron una larga pausa para alejar el exabrupto y la vaharada, pasando después a otros temas de delicias, los encajes de Marie Monnier que la señora Rialta había visto en una revista francesa. —Figúrate, mamá—dijo—, que son encajes inspirados en versos, de excelentes poetas franceses, donde esa maestra de la lencería contemporánea, intenta separarse de la tradición del encaje francés, de un Chantilly o de un Malinas, para que en nuestro tiempo, alrededor nuestro, surja otra escuela de bordados. Eso me gusta como si le pusieran una inyección antirrábica al canario o como si llevasen los caracoles al establo para que adquiriesen una coloración chartreuse. (…) El encaje es como un espejo, que hecho por manos que podían haber sido juveniles cuando nosotros nacimos, nos parece siempre como un envío o como una resolución de muchos siglos, grandes elaboraciones contemporáneas de pasajes fijados en los comienzos de lo que ahora es un disfrute sin ofuscaciones. Estas lástimas de nuestra época quieren tener la misma sensación cuando combinan un encaje de familia en un corpiño de ópera, que cuando leen un poema de Federico de Uhrbach”. (José Lezama Lima, Paradiso cap. 1)